MENSAJE A LA ALQUERIA



Con el trino de los ruiseñores y el canto de los pájaros
te suplico padre:
deja de recoger leñas y datos sobre mí
y ven a recoger mis escombros de las calles
antes de que me entierre el viento
o me esparzan los barrenderos,
pues este bolígrafo me conducirá a la muerte,
no queda cárcel alguna a que no haya llevado,
ni acera donde no me haya revolcado,
y yo le obedezco
como un sonámbulo.

En las tardes, padre,
en las tardes de Damasco, frías y solitarias,
como el fondo de los océanos,
cuando unos buscan una taberna
y otros hogar,
yo busco la palabra,
las letras para ponerlas unas tras otras,
como gato
que salta de una pared a otra,
maullando en busca de su hembra.
Pero... ¿me crees feliz, padre?
Absolutamente no.
Muchas veces intenté
limpiar este bolígrafo de la tinta
como se limpia el puñal de la sangre
y marchar de esta ciudad,
aunque montado en la silla de una pared,
pero he fracasado...
Porque a mi bolígrafo le atrae el olor de la tinta,
como atrae el olor de hembra al macho,
apenas ve un papel blanco
se yergue temblando
como ladrón ante una ventana abierta.

Me duermo

y en la cama sólo me queda la piel,
el cráneo en la cárcel,
los pies en los callejones
y las manos en los nidos,
como el pez grande de "Santiago".
No me quedan más que las costillas
y las cavidades oculares;
arráncame de tu memoria, padre,
y vuelve a tu arado y tristes canciones.
Yo ya me despeñé,
todo ya es posible
como el intento de detener la hemorragia con los dedos.


MUHAMAD AL-MAGUT

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