Para A.L.A. y CH.B, evidentemente
Me despertó tapándome el oído con el metal frío -lo supe enseguida- de una pistola. No era una caracola, no oía el rumor del mar. Y también supuse inmediatamente quién estaba por manejar el gatillo. Y la pipa, en su mano, como el muñeco de un ventrílocuo,
- Hola
haciéndose sitio en mi oreja como tratando de echarse, como buscando acomodo. Vi, con la cabeza aún en la almohada de los brazos, sobre el escritorio, cómo nos miraba impávido Thelonius, el gato callejero que apareció un día enroscado en el sofá, tras okuparlo de un brinco, y cerré los ojos, inmóvil e intolerablemente triste. Aunque mi vida nunca había valido nada en ese momento cotizaba aún menos. Bostecé entonces, sin querer, dócil y rendido. Y mi exmujer, hurgándome con aquel bastoncillo tan inquietante como áspero.
- No seas maleducado con las visitas, aunque sean inoportunas o imprevistas y, sobre todo, no te muevas y no te hagas el héroe, no me infles las tetas. Estoy decidiendo si destaparte los sesos ahora o mejor, cuando me des toda la pasta que sacaste ayer en las carreras…
Traté denodadamente de sonreír y no pude de ninguna manera. Me imaginé entonces sentado en el infierno, mohíno, mientras sus amigotas, las golfas golosas, me sorbían el poco cerebro que tengo, por el agujero de la bala, con pajitas de colores. De pronto me apetecía volver a dormir, olvidar, rebobinarme para apagar mi vida, previsor. La muerte, pensé, tal vez, quién sabe, podía no estar del todo mal y arreglar algunas cosas, algunas, no había que ser demasiado optimista o avaricioso. Y yo, contrito, cansado y deseando sacar una bandera, una sábana blanca ondeando del palito de un chupachups.
- Dispara, lo mismo hasta me haces un favor, fíjate
Había leído hacía poco esa frase en una novela y la dije vocalizando perfectamente, casi como un personaje. Eso me gustó. Un personaje. Ella se rió como una burra demente, odiándome con esmero. Noté cómo le temblaba la mano. Un tirito bien tirado no es nada, pensé, dándome ánimos. Sobre mi cara estaban los folios que había emborronado esa tarde, entre trago y trago de bourbon, antes de dormirme sin darme cuenta. Imaginé los poemas manchados de sangre, mi cabeza despachurrada encima de ellos, guarreándolos. Aposté, casi desesperado, que la pistola debía ser una Beretta, no había mucho que perder y era la única clase de arma que recordaba. Y yo, simplón
- Es una Beretta, nena.
Incrustó el cañón aún más como si quisiera atracar directamente al cerebro. Casi se podía oler la pólvora. La gente por aquel tiempo se mataba por dinero, por un chocho de categoría o por fastidio o aburrimiento. Y yo sabiendo ya cual de los cuatro motivos había elegido para difuntearme sin más…
DOMINGO LOPEZ
(Esta es el comienzo del relato, que es algo largo para colgar aqui sin causar daños o lesiones de consideración. Si hubiera o hubiese algún/a incauto/a que no pueda aguantarse la curiosidad y quiera saber cómo carajo sigue o termina no tiene más que levantar la mano o mandar un correo a la dirección
y gustosamente se lo revoleo, enterito, del tirón)
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