HABIA UN BAR


Había un bar adonde iba
cuando sufría.
Entraba en una penumbra fresca,
olorosa a vino rancio,
a aceituna
y se sentaba en una mesa del fondo
como un perro exhausto
que se echa.
Desde ahí miraba el mundo
tras el cristal sucio
y bebía
en silencio como los tres
o cuatro asiduos que se reconocían
en aquella tasca sin nombre,
como apiadándose
unos de otros.
Luego
pasó el tiempo
y la vida le fue dejando
sin amparo
- otra ciudad, un empleo, un hijo,
las primeras muertes,
cuarenta años –
soportando el dolor
en su implacable interperie.
Ayer volvió
y encontró el callejón,
casi arrastrándose como entonces.
Peluquería Nuevo Look
leyó
con asombro y tristeza.
Y entró
y se dejó cortar el pelo escaso
mientras tragaba saliva
y se veía la cara en el espejo,
las arrugas,
la perenne mueca en la boca
y entonces supo
que aunque ya era tarde
para buscar refugio
ya no tendría definitivamente,
hasta el nicho final,
ningún sitio
donde esconderse.

Domingo López
Inédito

3 comentarios:

Neorrabioso dijo...

Claro, porque psicológicamente cambiamos muy poco, y sólo los cambios grandes de espacio y tiempo nos hacen caer en la cuenta de que ya no somos los mismos.

Buenas reflexiones. Nostalgia pura. La modernidad es uniforme; el pasado era torpe y maravilloso.

Hasta pronto.

Abrazos.

Luisa dijo...

Hola, siempre echo un vistazo a tu blog, es de lo mejorcito que hay. Aunque deberías actualizarlo más! Enhorabuena, Domingo!

Lluís P.M. dijo...

Me deja impresionado
y le estoy agradecido.

un saludo

Ll.