ESCRIBIR ES SEMBRAR


Llegaba por las tardes, al sol puesto,
y sin decirle nada me sentaba a su lado
porque junto a su pecho se esfumaba mi angustia
y también porque olía su ropa a sol y lumbre,
a campo y honradez.

Cuando el sol era ya sólo un recuerdo
volvía del trabajo con su eterno cigarro,
con sus blancas camisas jornaleras,
y mientras preparaba mi madre agua caliente
y él ponía la radio, las noticias
o quizás un programa de flamenco
que le gustaba mucho,
yo me daba a pensar, a imaginármelo
esparciendo semilla entre los surcos
que luego el sol y el agua,
y el trigo, y la paciencia,
mudarían en verde, en espigas, en trigo,
en pan para las dulces meriendas de los niños.

Yo admiraba a mi padre, y alto, robusto, fuerte,
lo imaginaba absorto
ante el misterio verde de los primeros brotes,
feliz acariciando, con sus dedos de tierra,
la espiga ya granada.
Ya sabía yo entonces que la siembra,
más allá de las meras
e injustas relaciones laborales,
era un gesto moral, labor de hombres honrados
que brindaban con vino por la lluvia
o podían llorar en las tabernas
si los crueles botines del granizo
pisoteaban las plantas.

Por eso ahora lo imito y sigo su algo ejemplo:
Ahora soy el padre
esparzo mis palabras
en el raro silencio de un cuaderno,
les pongo el corazón y espero que germinen,
con las misma paciencia que él gastaba
y también con su angustia,
que la escritura alcance madurez cereal
y que un día alguien pueda,
como un trozo de pan y de memoria,
hacer de este poema su alimento.

PEDRO SEVILLA
"Todo es para siempre" (Antología poética)
Ed. Renacimiento, Sevilla, 2009

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